domingo, 1 de julio de 2012

LA COOPERACIÓN Y LA PARTICIPACIÓN SON INDICADORES DE SATISFACCIÓN


Viendo “El Follonero” me llamaron la atención las palabras de un exdirectivo de la Bolsa de París que afirmaba que la crisis económica demostraba el fracaso de una sociedad que se basaba en dos coordenadas, la competitividad y el enriquecimiento individual como paradigma de éxito social.

La salida a esta situación la veía en el necesario cambio de coordenadas basadas en la cooperación y lo que él denominaba el bien común.
Es curioso como leyendo a los teóricos de la Psicología Positiva ( Martin Seligman, Robert Sapolsky..) llegan a las mismas conclusiones a través del estudio del miedo y la felicidad.

Nos han hecho creer que la competitividad en el hombre es innata y sólo sobreviven los más fuertes, entendiendo por esta fortaleza, no la adaptación al medio ,sino a la potencialidad de derrotar al adversario.
Sin embargo el origen de los mamíferos parte de planteamientos colaborativos. El primer organismo pluricelular surge a raíz de la integración de diferentes amebas en un cuerpo único.

Cuando el hombre toma conciencia de su existencia aparece el miedo a la muerte, no sólo por las luchas tribales sino por los potenciales ataques de otros seres vivos. Este miedo a la muerte es el que da origen a la religión y al arte como mecanismos de prolongación de la vida y al poder político como hipotético protector frente a las amenazas y al que el individuo se somete para seguir obteniendo sus parabienes.

Yo siempre he entendido que el modelo de la cooperación y el bien común es el que debía caracterizar a la izquierda. Sin embargo la competitividad y la búsqueda del éxito social o el enriquecimiento nos recorren a cada uno y a nuestros dirigentes en particular.

Creo que nuestros representantes deberían virar sus planteamientos. Creo que se debería mirar la felicidad del ciudadano. Nos sorprende cómo, una vez alcanzado un nivel económico que ayude a satisfacer las necesidades básicas, la felicidad aportada por el dinero es efímera. Pero esta afirmación no la hago basándome en un criterio moral, sino en las investigaciones científicas de la Psicología Positiva.

“Las técnicas modernas para auscultar el sentimiento de la opinión pública han permitido extraer una conclusión irrefutable: una reducción de dos tercios de los ingresos provoca un declive del índice de felicidad de sólo dos puntos en una escala de diez a cien; pero la degradación de las libertades políticas acarrea un cataclismo en los niveles de de felicidad individual idéntico al de un divorcio, el paro o el deterior de la salud”. El Viaje a la felicidad. Eduardo Punset.

Las libertades políticas se deterioran cuando se cercenan dos elementos fundamentales  de la calidad democrática:

El derecho de expresión y la participación en la “res pública”.

El derecho de expresión se reprime en el interior de las organizaciones cuando se repiten los mecanismos que ha  utilizado la cultura tradicional de la derecha que tan arraigada está en nuestro país y que ha calado en la cultura dominante .Me estoy refiriendo al clientelismo que los partidos usan cuando se accede al poder colocando en las administraciones bajo su mandato a los leales del partido en lugar de promover a los más válidos sean del partido o no. Eso es especialmente grave en la izquierda que dice apoyar a los sindicatos cuando defienden los principios de igualdad, mérito y capacidad para acceder a la administración.

Esto y otros intereses particulares, marcan el debate político, anulando la reflexión y el contraste sereno de pareceres utilizando a los leales a los que lanza el jefe de la manada para destrozar al discrepante porque es de otra manada.

Es difícil de superar estas reacciones que entroncan con el denominado “cerebro de reptil” donde se sitúan las reacciones más primitivas (el miedo y la agresión) que son un cultivo fácil para los sacerdotes de la tribu, aliados con el fuerte de la manada.

Por eso es imposible, en las organizaciones políticas, como se encuentran estructuradas hoy en día, escuchar el discurso y la opinión del sujeto a título individual, porque es más sencillo colocarlo en una tribu y de esta forma sólo juzgamos dividiendo entre buenos ( los nuestros ) y malos ( los otros).

La  agresión a la participación democrática se está llevando hasta extremos insospechados por el actual gobierno del PP en Getafe. La izquierda (una izquierda más que otra) de este pueblo se había dado cuenta, en teoría, que la salvación de la calidad de la democracia representativa, pasaba por la profundización en la democracia participativa. De ahí la tímida elaboración de un Plan Estratégico de Participación Ciudadana que nunca se llevó a cabo y de unos Presupuestos Participativos de corto alcance.

El clientelismo acabó con el espíritu participativo que algunos técnicos intentaron auspiciar.

La sentencia del anterior alcalde afirmando que las asociaciones eran un rebaño y él era su pastor, desveló las verdaderas intenciones del PSOE.

La rabia contra este estado de cosas avalado por las organizaciones de izquierda generaron el movimiento 15-M que aspiran a una Democracia Real.

Ahora no se aplica el Reglamento de Participación, se ningunea a las asociaciones, se anulan los trabajos que intentaban recupera la memoria reivindicativa de este pueblo.

Por tanto, la satisfacción que provoca en el ciudadano la participación en la mejora de la calidad democrática, se reserva a los elegidos que velan por nosotros que somos sus ovejas.

La regeneración de la izquierda haciendo tabla rasa de nuestros errores y el entendimiento con todo lo que aspire a potenciar la calidad democrática, el 15-M por ejemplo, nos obliga a entendernos para ir juntos respetando la idiosincrasia de cada parte.

El 15-M tampoco puede dejar de lado a unas organizaciones que lucharon por alcanzar esta democracia imperfecta, pero democracia al fin y al cabo. Aprendiendo los unos de los otros nos podemos enriquecer.
“Las luchas de ayer son los derechos de hoy” y eso derechos nos los están arrebatando por Decreto Ley.