Viendo “El Follonero” me llamaron
la atención las palabras de un exdirectivo de la Bolsa de París que afirmaba
que la crisis económica demostraba el fracaso de una sociedad que se basaba en dos
coordenadas, la competitividad y el enriquecimiento individual como paradigma
de éxito social.
La salida a esta situación la
veía en el necesario cambio de coordenadas basadas en la cooperación y lo que
él denominaba el bien común.
Es curioso como leyendo a los
teóricos de la Psicología Positiva ( Martin Seligman, Robert Sapolsky..) llegan
a las mismas conclusiones a través del estudio del miedo y la felicidad.
Nos han hecho creer que la competitividad
en el hombre es innata y sólo sobreviven los más fuertes, entendiendo por esta
fortaleza, no la adaptación al medio ,sino a la potencialidad de derrotar al
adversario.
Sin embargo el origen de los mamíferos
parte de planteamientos colaborativos. El primer organismo pluricelular surge a
raíz de la integración de diferentes amebas en un cuerpo único.
Cuando el hombre toma conciencia
de su existencia aparece el miedo a la muerte, no sólo por las luchas tribales
sino por los potenciales ataques de otros seres vivos. Este miedo a la muerte
es el que da origen a la religión y al arte como mecanismos de prolongación de
la vida y al poder político como hipotético protector frente a las amenazas y
al que el individuo se somete para seguir obteniendo sus parabienes.
Yo siempre he entendido que el
modelo de la cooperación y el bien común es el que debía caracterizar a la izquierda.
Sin embargo la competitividad y la búsqueda del éxito social o el
enriquecimiento nos recorren a cada uno y a nuestros dirigentes en particular.
Creo que nuestros representantes
deberían virar sus planteamientos. Creo que se debería mirar la felicidad del
ciudadano. Nos sorprende cómo, una vez alcanzado un nivel económico que ayude a
satisfacer las necesidades básicas, la felicidad aportada por el dinero es efímera.
Pero esta afirmación no la hago basándome en un criterio moral, sino en las investigaciones
científicas de la Psicología Positiva.
“Las técnicas modernas para
auscultar el sentimiento de la opinión pública han permitido extraer una
conclusión irrefutable: una reducción de dos tercios de los ingresos provoca un
declive del índice de felicidad de sólo dos puntos en una escala de diez a
cien; pero la degradación de las libertades políticas acarrea un cataclismo en
los niveles de de felicidad individual idéntico al de un divorcio, el paro o el
deterior de la salud”. El Viaje a la
felicidad. Eduardo Punset.
Las libertades políticas se
deterioran cuando se cercenan dos elementos fundamentales de la calidad democrática:
El derecho de expresión y la
participación en la “res pública”.
El derecho de expresión se
reprime en el interior de las organizaciones cuando se repiten los mecanismos
que ha utilizado la cultura tradicional
de la derecha que tan arraigada está en nuestro país y que ha calado en la
cultura dominante .Me estoy refiriendo al clientelismo que los partidos usan
cuando se accede al poder colocando en las administraciones bajo su mandato a
los leales del partido en lugar de promover a los más válidos sean del partido
o no. Eso es especialmente grave en la izquierda que dice apoyar a los
sindicatos cuando defienden los principios de igualdad, mérito y capacidad para
acceder a la administración.
Esto y otros intereses
particulares, marcan el debate político, anulando la reflexión y el contraste
sereno de pareceres utilizando a los leales a los que lanza el jefe de la
manada para destrozar al discrepante porque es de otra manada.
Es difícil de superar estas
reacciones que entroncan con el denominado “cerebro de reptil” donde se sitúan
las reacciones más primitivas (el miedo y la agresión) que son un cultivo fácil
para los sacerdotes de la tribu, aliados con el fuerte de la manada.
Por eso es imposible, en las
organizaciones políticas, como se encuentran estructuradas hoy en día, escuchar
el discurso y la opinión del sujeto a título individual, porque es más sencillo
colocarlo en una tribu y de esta forma sólo juzgamos dividiendo entre buenos (
los nuestros ) y malos ( los otros).
La agresión a la participación democrática se
está llevando hasta extremos insospechados por el actual gobierno del PP en
Getafe. La izquierda (una izquierda más que otra) de este pueblo se había dado cuenta,
en teoría, que la salvación de la calidad de la democracia representativa,
pasaba por la profundización en la democracia participativa. De ahí la tímida
elaboración de un Plan Estratégico de Participación Ciudadana que nunca se
llevó a cabo y de unos Presupuestos Participativos de corto alcance.
El clientelismo acabó con el
espíritu participativo que algunos técnicos intentaron auspiciar.
La sentencia del anterior alcalde
afirmando que las asociaciones eran un rebaño y él era su pastor, desveló las
verdaderas intenciones del PSOE.
La rabia contra este estado de
cosas avalado por las organizaciones de izquierda generaron el movimiento 15-M
que aspiran a una Democracia Real.
Ahora no se aplica el Reglamento
de Participación, se ningunea a las asociaciones, se anulan los trabajos que
intentaban recupera la memoria reivindicativa de este pueblo.
Por tanto, la satisfacción que
provoca en el ciudadano la participación en la mejora de la calidad
democrática, se reserva a los elegidos que velan por nosotros que somos sus
ovejas.
La regeneración de la izquierda
haciendo tabla rasa de nuestros errores y el entendimiento con todo lo que
aspire a potenciar la calidad democrática, el 15-M por ejemplo, nos obliga a
entendernos para ir juntos respetando la idiosincrasia de cada parte.
El 15-M tampoco puede dejar de
lado a unas organizaciones que lucharon por alcanzar esta democracia
imperfecta, pero democracia al fin y al cabo. Aprendiendo los unos de los otros
nos podemos enriquecer.
“Las luchas de ayer son los
derechos de hoy” y eso derechos nos los están arrebatando por Decreto Ley.